Seguramente muy pocos hayan oído hablar de esta isla y todavía menos hayan tenido la oportunidad de incluirla en su lista de viajes; más allá de la popular carrera Isle Of Man TT, de la que hablaremos más adelante, la Isla de Man es un destino poco frecuentado, con un punto deliciosamente extravagante, que gana en encanto a cada paso que das por los acantilados y playas de su costa y por los caminos y carreteras flanqueados por centenarias lindes de piedra que interrumpen entre sus valles, colinas y bosques. Es un destino que se aprovecha de la falta de referencias que suelen tener los visitantes para impactarles con su belleza todavía con más fuerza, como pocos destinos lo consiguen en una primera visita.
Todos los detalles sobre la Isla de Man
*Fotografía de Pete Simm
Antes de entrar en el viaje propiamente dicho, empecemos por repasar los conceptos básicos: la Isla de Man es una dependencia de la Corona Británica que se encuentra en el mar de Irlanda, a medio camino entre Gran Bretaña e Irlanda. Estrictamente hablando, no se considera parte ni del Reino Unido ni de la Unión Europea, aunque, al formar parte de la Common Travel Area, no existe impedimento alguno para el libre tránsito de ciudadanos de países miembros del Espacio Económico Europeo. Su población es realmente baja para su extensión: ronda los 80.000 habitantes (Ibiza, con aproximadamente la misma superficie, casi duplica esta cantidad). Económicamente, les va muy bien: la isla cuenta con oficinas de un sinfín de empresas tecnológicas o relacionadas con la industria digital.
Basta con echar un vistazo al escudo de la isla para saber que te vas a encontrar con un “sitio distinto”, que diría Antón Reixa: un trisquel formado por tres piernas con armadura de caballero resalta sobre el lema en latín “Quocunque Jeceris Stabit”; traducido libremente al castellano, “tíralo como quieras, se mantendrá en pie”. Cuenta la leyenda que las piernas se corresponden con una transformación del dios Manannán, al que también se relaciona con el nombre de la isla; para repeler una invasión enemiga, dicho dios se transformó en tres piernas y descendió rodando colina abajo, al tiempo que destrozaba las huestes del ejército rival. Muy normal todo…
*Fotografía de RonnyK /CC0 1.0 Universal
Información sobre la libra manesa
Este escudo nos lo encontramos en todas partes: nada más llegar al aeropuerto, en la fachada de las casas, en pubs y restaurantes, en cada elemento del mobiliario urbano… y, cómo no, en la libra manesa.
La libra manesa es la moneda oficial de la isla, con un cambio 1 a 1 con la libra esterlina (moneda que también se acepta, sin ningún tipo de problema, en cualquier establecimiento manés). Pero cuidado a la vuelta: por descuido, pagué con una libra manesa nada más llegar al aeropuerto de Luton y casi llaman a seguridad pensando que trataba de colar moneda falsa… true story.
El avión es la forma más frecuente de acceder a la isla (también existen rutas en ferry que operan los días en que la visibilidad y el estado del Mar de Irlanda lo permiten). Su aeropuerto, Ronaldsway, aunque pequeño, cuenta con vuelos de las compañías EasyJet y Flybee que presumen de una buena frecuencia diaria. Un aviso: niebla y viento suelen ser tan frecuentes como inoportunos; si no quieres tener sobresaltos, reserva tus enlaces con un buen margen para evitar sustos con los retrasos derivados de la meteorología.
Fairy Bridge
En nuestro caso, el vuelo que nos dejó en tierras manesas fue puntual y nos aterrizó sin retrasos a media mañana en el aeropuerto. Unos amigos que trabajan en la isla nos recogieron justo a tiempo para entregarnos a nuestra primera parada gastronómica. Tras el oportuno saludo a las hadas del “Fairy Bridge”, llegamos a The Forge, un asador tradicional de la isla que presume de tener algunos de los mejores productos de la zona. Nos decidimos por un cordero local cocinado a fuego lento y que se presenta deshilachado, con “thin fries” y uno de los mejores purés de patata que he probado en mi vida como guarnición.
Más información sobre la Isla
El entorno acompañaba con un verde exuberante y un pequeño embalse en el que bebían una docena de gallinas sueltas, responsables de los huevos caseros de los que presume el local. Comimos sin prisa y nos concedimos algún capricho inconfesable a los postres, regados estos con unos cafés casi decentes y un té con leche exquisito.
Aprovechando que teníamos un cielo despejado y una temperatura más que agradable, algo no muy frecuente por la zona a finales de marzo, nos decidimos por dar un paseo junto al mar por la promenade de Douglas, centro urbano principal de la Isla de Man. Nos dejamos llevar por la playa, mientras pasábamos por delante de algunos de los edificios más emblemáticos de la ciudad; frente a ellos, un atardecer que se reivindicaba como principal protagonista.
The sefton
Nos tomamos un descanso en el The Sefton, hotel que cuenta con un impresionante jardín en su patio, una muestra más de que el espíritu de lo inesperado acecha tras cada rincón de esta isla. Tras esta parada, y aunque nuestro destino final del día pasaba por Onchan, otro de los centros de población locales, que colinda con Douglas, nos decidimos por el Queens Pub, sin salir de la capital, para degustar unas pintas de cerveza artesana (la Okell’s es una marca local muy interesante) y anticipar una cena rápida, más británica que manesa, en la terraza. Mientras, un grupo local amenizaba la velada con clásicos del rock en vivo y no titubeaban para pasar de los Beatles a la Creedence sin necesidad de transiciones. Con los últimos acordes de la banda pusimos fin a la jornada y nos dirigimos a Onchan para disfrutar de un merecido descanso.
*Fotografía de Pete Simm
Amanece con niebla, cómo no, pero ésta no tarda en levantar para dejarnos salir de excursión sin más destino que el que elijan nuestros anfitriones. Ya que el día vuelve a estar despejado, optan por llevarnos a conocer la costa sur y sus contrastes. La primera parada nos deja en Cregneash, un pueblo-museo donde trasladarse al s. XIX gracias a sus casas de piedra y tejados de paja excelentemente conservados, para entender –o no- un poco más el día a día de aquellos habitantes que decidieron hacer su hogar de una región con una climatología tan inhóspita como ésta.
Mull Hill
Desde aquí avanzamos unos kilómetros para alcanzar la costa, concretamente los acantilados que se esconden tras Mull Hill y que ofrecen una vista sobre Calf of Man, un pequeño islote que supone el punto más meridional de la isla, donde pudimos ver a su habitante por excelencia: las focas. En un día claro, la vista sobre el horizonte en el mar es sobrecogedora, y los muy afortunados podrán contemplar una nutrida fauna marina que presume de las visitas del segundo pez más grande del mundo, el tiburón peregrino.
*Fotografía de Marcos Pereiro
Port Erin
Por su cercanía con Cregneash, optamos por dirigirnos a una de las zonas más exclusivas de la isla, Port Erin, una preciosa bahía protegida por dos pequeñas colinas y que cuenta con un mini puerto de embarcaciones de recreo. En verano, sus dos terrazas a pie de playa rebosan actividad, mientras que el mar se llena de windsurfistas y pequeños barquitos de vela. En marzo, y con un ambiente más tranquilo, nos decidimos por el Cosy Nook Cafe para disfrutar de las vistas al mar… y para dejar que la envidia hiciese su trabajo mientras nos imaginábamos la vida en una de las pequeñas casitas con jardín a pie de playa que bordean el arenal.
El tiempo se nos había echado encima para los horarios de comida británicos, así que pusimos rumbo a Peel con un doble objetivo: reponer energías y disfrutar de la visita a otro de los pueblos con más encanto de Man. La primera parte del plan la completamos con sobrado éxito en el Harbour Lights con un fish & chips delicioso, que no dudamos en acompañar con una pequeña muestra de un catálogo de tartas que solo se puede definir como escandaloso. El ambiente, propio de otro tiempo, era el de una pequeña salita de té de principios del siglo XX.
Castillo de Peel
Con un delicioso helado en la mano (otra de las especialidades del lugar) recorrimos el tramo del paseo marítimo que nos separaba del Castillo de Peel, en la Isla de San Patricio. Peel fue el punto de entrada de la invasión vikinga de la isla, y la fundación de este castillo se atribuye a Magnus “Bare Legs” (Magnus III de Noruega). Abre al público en verano, para exhibir una reconstrucción de sus salas más anglosajona que vikinga (fue ampliado por William le Scrope, primer conde de Wiltshire, en 1392). Junto a él, un camino rompe el prado de la subida a una pequeña colina desde la que se puede contemplar el pueblo de Peel en toda su extensión.
Antes de dejar Peel, nos acercamos a la House of Manannan Museum, donde se recorre la historia de la isla, desde una réplica a escala 3:2 del primer barco vikingo que atracó en sus costas hasta el célebre campeonato de Motociclismo TT Isla de Man. La construcción del museo tuvo lugar en 1997, para conmemorar los 1.000 años del que se considera el cuerpo parlamentario más antiguo del mundo, el High Court of Tynwald.
Manx TT
De vuelta a Onchan, hacemos una parada en el punto de arranque del evento más famoso de la isla, el ya mencionado TT Isla de Man, también conocido como Manx TT. Cuenta con una periodicidad anual y su primera edición data de 1907. Llegó a formar parte del Campeonato del mundo (1949-1976), pero las quejas de algunos pilotos sobre su seguridad (en especial las de Giacomo Agostini en 1972) hicieron que la organización lo sustituyese por el Gran Premio de Gran Bretaña.
En la actualidad, la carrera se celebra entre finales de mayo y principios de junio y se mantiene el circuito sobre las propias carreteras de la isla, un recorrido que recibe el nombre de Snaefell Mountain Course y cuenta con 60,7 km de longitud. Durante estas fechas, viajar a la Isla de Man si no se ha reservado con antelación es tarea casi imposible y, por supuesto, extremadamente cara.
Manx Arms
Para finalizar el día, esta vez elegimos uno de los locales con más solera de Man, el Manx Arms, un tradicional pub de Onchan que presume de ser de los más antiguos de la región, donde las conversaciones fluyen solas al abrigo de sus paredes centenarias. Una pinta y el cansancio acumulado durante el día hicieron su trabajo y nos retiramos para acostarnos pronto, aunque lamentándonos de que nuestro vuelo saliese tan temprano al día siguiente…
Fueron 48 horas intensas e inesperadas, sin prisa ni un plan preconcebido, que supieron a poco. La Isla de Man es uno de esos pequeños paraísos naturales desconocidos para el gran público, que muestra su lado más espectacular cuando amainan los casi omnipresentes lluvia y viento. Sólo hace falta buscarse una excusa (no hace falta que sea buena), anticipar unas fechas primaverales/veraniegas con tiempo y, una vez allí, dejarse llevar por los ritmos y energías de la isla para disfrutar de una experiencia diferente.
P.D. Hablando de excusas, aquí os dejo una bastante decente: esta visita es obligada para aquellos que quieran presumir de haber pisado las seis naciones celtas -Isla de Man, Bretaña, Escocia, Cornualles, Irlanda y Gales.
Hola Maribel,
Ya te queda poco para acabar y es una manera muy bonita de celebrarlo, cualquier cosa ya sabes!
Un saludo,
Jessica
Hola,
hace anios vi una pelicula llamada Albatross, filamada en Isla de Man y decidi que algun dia iria a ese sitio. Me encuentro planeando mi viaje para mediados de mayo de 2019 (antes de la carrera!). Este articulo sera de gran utilidad, gracias por escribirlo y publicarlo. Cualquier consejo o recomendacion extra, sera sumamente apreciada. Planeo viajar de la Cd de Mexico a Londres de alli en tren a Liverpool y de alli en Ferry a la Isla, pero quiza no sea la mejor ruta. Seguramente, a medida que continue mi investigacion, ire modificando la ruta…pero no el destino!. Saludos desde Mexico!